El aventurero de los océanos deshabitados,
el descubridor, el conquistador, el gobernador de las naciones y el fundador
de ciudades tentaculares,
como gran capitán frustrado,
rememorando lo soñado como errado vil o troncando en el escarnio
celestial del vocabulario
espadas por poemas, entregó la cuchilla rota del canto,
al soñador que arrastraría adentro del pecho universal muerto, el cadáver
de un conductor de pueblos,
con su bastón de mariscal tronchado y echando llamas.